¡Alto!

I

150, 160, 170,… El velocímetro sube al ritmo de mis pulsaciones. Se me está bajando el pedo, o más bien se me está subiendo la culpabilidad. Sudo por todas partes y ni siquiera consigo enfocar las señales. Más deprisa, más deprisa, necesito ir más deprisa.

Me conocen, saben cual es mi coche, es cuestión de minutos que empiecen a buscarme. Puede que fuera una puta, pero es un asesinato. Los maderos van a tomarse muy en serio el encontrarme. Joder, hoy soy su trofeo más preciado. El coche ya tiembla y las farolas de los lados de la autopista parecen un flash de discoteca. Más deprisa, más deprisa, necesito ir más deprisa.

No sé si ir a casa, buscar algún despoblado, conducir toda la noche o abandonar el coche y huir a pie. Mierda, ¿qué coño me ha pasado? Ha sucedido hace nada y apenas recuerdo algo. Solo recuerdo ira, mucha ira y mucho odio. Semen y sangre y cristales rotos y sábanas atadas. Sudo tanto que el volante se me resbala. Mi corazón frena en seco cuando veo luces azules en el carril contrario. ¿Adónde coño voy? Si sigo en el coche me van a encontrar antes o después. Cojo la siguiente salida sin fijarme en el letrero. El negro ya lo inunda todo, solo veo lo iluminado por los faros. Avanzo por avanzar.

Empiezo a sentirme mal, tengo los calzones empapados y estoy mareado. Paro a un lado, salgo del coche y vomito, un vómito líquido que huele ácido. El chorro cae en un charco y me salpica los pantalones. Levanto la cabeza, buscando un poco de brisa que me despeje, pero la oscuridad no se mueve. Vuelvo al coche y sigo el mismo camino. Un par de kilómetros más adelante surge del arcén un coche que me sigue y en apenas 200 metros enciende una sirena. Piso a fondo y clavo la mirada en el retrovisor, parece que se queda atrás mientras las revoluciones de mi coche se disparan. Ahora sí que necesito ir más deprisa. Miro hacia delante y ya ni siquiera veo la luz de los faros, hasta que iluminan las copas de los árboles sobre los que cae mi coche.

La siguiente luz que veo es de la linterna de un médico. Estoy inmovilizado y entubado. Montones de máquinas funcionan a mí alrededor. El médico no parece muy contento cuando ve que abro los ojos. Le dice algo a una enfermera que se marcha. Él sale también, cruzándose con alguien en la puerta. Ese alguien es mi hermana, tiene unas ojeras enormes que enmarcan su nariz verrugosa. Es así de fea desde siempre. ¿Por qué coño ha venido? Me está mirando con cara de tonta. No dice nada, no hace nada. Me falta el aire de repente. Un espasmo y todo es silencio.

II

Una única persona había acudido al hospital para el accidentado. Llamaron a su domicilio y la misma persona que atendió el teléfono fue quien se presentó. Dijo ser su hermana. La policía le hizo algunas cuestiones, pero fue ella quién tenía más preguntas. Su rostro permaneció inmutable cuando le contaron los hechos. Un gesto pétreo que realmente exteriorizaba más de lo que nadie podría haber sospechado.

Estuvo sentada bastante rato, con la mirada fija en los azulejos que tenía enfrente. No era una mirada vacía y perdida, era la mirada de alguien que ha encontrado algo que nunca había querido buscar. Parecía que ni siquiera respiraba cuando se puso en pie sin vacilar.

La mujer entró en la habitación sin hacer ruido. Ni el aire se movía tras su paso. Se acercó a la cama y miró al herido. Toda ella era quietud cuando su brazo izquierdo se estiró para tantear con la punta de los dedos el enchufe. Sujetó la clavija entre el pulgar y el índice, y sin apenas moverse, desenchufó. Inmediatamente las pantallas se apagaron, la mascarilla del oxígeno se llenó de vaho y el cuerpo del hombre tuvo un instante de tensión. Aquellos mismos dedos volvieron a conectar el enchufe según desapareció la tensión y un pitido constante se adueñó de la estancia. La mujer estaba llorando, aún en silencio, cuando entró el equipo médico. Ya no había nada que hacer.

III

Siempre lo despreciaste todo. Nos despreciaste a nosotras, despreciaste tu talento, te despreciaste a ti mismo. Corrías hacia ningún sitio, creyéndote el más rápido, el más listo de la clase. Pero escogiste malos competidores. Dinero fácil, drogas, malas compañías. Todos corrían más que tú, así que volvías a casa destrozado y pagabas tu fracaso con nosotras. Al principio quisimos ayudarte. Yo siempre supe que sería inútil, pero no podía dejar a mamá intentarlo sola, no podía dejarla sola en esto también.

Cuando traías a casa a cualquiera de tus fulanas mamá soñaba en que alguna fuera capaz de hacerte entrar en razón, pero solo era cuestión de tiempo que te emborracharás (o algo peor) y la alejaras de ti. Nunca he querido saber si habías pegado a una mujer y mira con que perlita te has despedido, porque esto ha sido tu despedida, lo sepas o no, ya no harás más daño a nadie. Llenaste tu cupo hace mucho tiempo y va siendo hora de que alguien te ponga en tu sitio, de que alguien te mande al infierno.

Aun recuerdo cuando te vinieron a buscar aquellos dos tipejos a casa. Nos contaron un montón de cosas horribles sobre ti que yo ya imaginaba, pero la cara de mamá al escucharles… desde ese momento yo ya no pude quererte más. Me dio igual que fueras mi hermano, que mamá se creara un mundo paralelo donde tú no eras culpable, que tú volvieras para intentar mantener esa ilusión. Ya todo dio igual y nunca volviste a tener mi ayuda. Aquel día desapareciste de mi vida excepto porque seguías en la de mi madre. Tú continuabas corriendo, pero yo ya era inamovible.

Sin embargo, no conseguía odiarte. Ahora es lo único que puedo hacer. La policía me lo ha contado todo. Al principio no querían, pero cuando lo han hecho… desde ese momento te odio más de lo que nunca pensé que se podía odiar. Te odio tanto que incluso me odio a mí misma. Rechazo mi sangre. Rechazo un mundo en el que vivan personas como tú.

Y ahora que lo odio todo me surge el valor suficiente para librar a la única persona que quiero de su carga más pesada. Ella nunca mereció un demonio como tu de hijo. Cuando se entere de lo que has hecho, se va a morir. Y me niego a que pretenda resucitar perdonándote, ya no más, nunca más. Prefiero enterrarte con mi conciencia que enterrarla a ella. Porque si ella te perdonara, sería yo quien no podría perdonarla. Sólo espero no volver a verte, sea cual sea el precio.

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